Aquí se narra cómo  milagrosamente se apareció la perfecta virgen santa María madre de Dios, nuestra Reina, allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe.

Era sábado, muy de madrugada, venía de pos de Dios y de sus mandatos.

Y al llegar cerca del cerrito llamado Tepeyac ya amanecía. Oyó cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pájaros finos… Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que oigo? … Y cuando llegó a la cumbre del cerrilo,  cuando lo vio una Doncella que allí estaba de pie, lo llamó para que fuera cerca de Ella.

El Tepeyac es el lugar de encuentro con la Santísima Virgen que quiere acercarnos a su Hijo. Subir al Tepeyac es animarse a ser encontrado por Dios. Nuestra comunidad tiene su Tepeyac. Un lugar, un espacio, un ámbito para disponernos al encuentro. No es simplemente una casa de retiros, aunque en ella hay habitaciones, capilla y todo lo necesario para ello. Es un lugar que “te elige” para que en él se produzca el acontecimiento de la experiencia de salvación. El Tepeyac es un servicio de nuestra comunidad para los grupos que buscan hacer retiros, convivencias y jornadas.